«TRES PROSAS POÉTICAS»
• IMAGINE UNA VIDA ASÍ •
Imagínelo. Un pájaro entre hierros, colgado desde una nube. Imagínese.
Un pez entre cristales, sumido en la profunda mar. Siéntalo, jadéelo. Un
leopardo amarrado al solitario árbol de la sabana. Ahora considere: a los
desafortunados se les ha subyugado sus mayores virtudes. Como que si de pronto
usted viviera en un mundo donde el hombre tenga por prohibido la gracia de
Soñar.
• ABEJAS •
Oh mira esas abejas: se obsesionan, ahí van,
atacan esa botella de gaseosa que ha quedado abierta, quieren lo dulce, se
ambicionan, allí van dos, tres, ya son seis y caen dentro de la botella. Se
ahogan con el poco líquido espeso que allí les queda. No piensan, están ciegas, y
ahora van quince, veinte, ya son cincuenta abejas y cuarenta y dos caen dentro
de la botella, y otras más, y así van cayendo todas mientras las demás observan,
y no hacen nada, sólo van ambiciosas y otra vez, unas cuantas más vuelven a
caer... pobres abejas, pobres, que ilusas: con las flores eso no les pasa.
• MALCRECER •
Hay un silencio que huye, ligero y sagaz, de las manos de las noches. Un silencio en forma de humo que escapa, empujado por los gritos que nos dan las desgracias. Noche-inolvidable-noche. Bocas en las palmas de las manos gritando al taparnos los oídos. No es que sienta odio o sienta amor. Tormento. Tormento siento al avivar la muerte del silencio. Alarido eterno de una calle vacía. Botella rota en la frente desprevenida. Involuntario impulso de derribarse al suelo, retorcerse, girar en círculo, impotente de oír los gritos de las palmas, los gritos de las líneas temerosas del futuro. Arrastrase por el suelo, llevar de lleno la espalda en la pared, temblar íntimamente, temblar las rodillas pegadas al pecho, sacudir los ojos, sacudirlos ansiosos e impotentes. Oh mi noche sin pianos, mi noche sin cafés ni olor a libros viejos. ¿Dónde quedó la idea de que tu voz podría recuperarme? ¿En donde está el sol que mirábamos desde un barranco? Ese sol que caía con los besos de la tarde, ese sol que nos daba los eneros inmudables, los abriles, los sueños de los arboles rapados, el guardapolvo, tu mano pequeña, tu mano sin labios, tu mano sin gritos, tu pequeña mano curtida por la invariable suerte de la divina y bendita ingenuidad…
Juan Facundo Herrador